sábado, 9 de enero de 2016

Amira, que llegó desde el mar

Cuento de Alba Castilla
Clase de 6º Primaria
MOTRIL

Aún hoy, 3 años después…

… recuerdo su mirada, su penetrante mirada. Eran los ojos del miedo, del pánico diría yo, que emanaban una gran tristeza y sin embargo parecían decir tanto que llegaron al fondo de mi corazón en cuanto la miré.

Parecía tan indefensa, tan frágil y sin embargo había sobrevivido a algo tan terrible. Cuando pienso en todo lo que tuvo que pasar para llegar hasta aquí me estremezco. Fue casi un milagro, un misterio que sobreviviese a aquella situación, pero lo hizo.

Nació muy lejos, en un país dominado por la injusticia, la pobreza y la guerra. Karima, su madre, tuvo claro desde que supo que estaba embarazada que haría lo que fuese para que su hija tuviese otro futuro, una vida distinta, en un lugar diferente en donde poder vivir lejos del hambre y las bombas que habían acabado con la vida de toda su familia.

Ella vivió…

… la crueldad de ir perdiendo a sus hermanos y padres, escondiéndose de las mafias y sin poder seguir estudiando. Las bombas habían destrozado la escuela, y se veían obligados a vivir entre las ruinas de los escasos edificios que quedaban en pie. Por eso para Amira quería otra cosa, y por eso Karima decidió gastar todo lo que tenía en un viaje a Europa. Era todo lo que poseía y sabía que se lo iba a entregar a algún tipo no muy de fiar, pero era la única salida. 
Sabía que sería un viaje difícil, especialmente para su pequeña de apenas un año. Le habían contado que el agua estaría algo fría, que tenían que compartir la poca comida que llevaban y que no había ninguna intimidad... ¡pero nada comparado con lo que se encontró! 
Eran los ojos del miedo, del pánico diría yo…
Reunido el dinero y el valor

… partieron una noche en silencio para no ser vistos. Pero no mucho después empezaron los problemas, algo no iba bien o todo iba muy mal. Hacía frío, la pequeña lloraba y estaba hambrienta. El mar estaba cada vez más agitado, el agua entraba en aquel viejo barco pesquero hasta que acabó hundiéndose. Poco a poco vio caer a las demás personas. Se aferró con todas sus fuerzas a su pequeña e intentó mantenerse viva con ella en alto. Sabía que pronto vendrían a salvarlas, que las personas que veía en botes salvavidas desde la costa, la ayudarían y cuidarían a su pequeña así que sólo tenía que resistir, aguantar hasta que llegasen.

Pasó el tiempo, minutos, horas

… parecía mucho y no aparecían. Karima pedía a las estrellas que veía que llegasen pronto, las fuerzas se le acababan. Al cabo de un buen rato pareció verse a lo lejos unas luces, o ¿eran las estrellas? No, Karima sintió que la luz estaba cerca y con ella el futuro de su hija.

Estaba muy cansada casi sin aliento besó por última vez a su hija y pidió que todo le fuese bien mientras susurraba ”luz, ven y ayúdala”… la sujetó todo lo firme que pudo en sus brazos y así acabó durmiéndose profundamente, un sueño del que ya no despertó y al que se asomó una vez que supo que las luces salvarían a la pequeña….
Pidió que todo le fuese bien mientras susurraba ”luz, ven y ayúdala”…

Así fue como las personas que trabajábamos como voluntarias de salvamento marítimo encontramos a la pequeña. Nada más salir del agua la arropamos, le dimos agua y la trasladamos a aquel hospital de campaña improvisado para que la viesen los médicos. Parecía estar bien, increíblemente bien.

Empezaba ahora
... una nueva vida para la pequeña.

Apenas la mirabas caías rendida a su ternura, a esos ojos que parecían contar lo ocurrido y mostraban su ansia de vivir. ¿Qué sería de ella ahora? Era difícil dejarla ir, pero necesitaba encontrar una familia que la cuidase.

Hoy, Amira
… vive con una familia que la acepta y la quiere tal como es, tras pasar por varias familias de acogida que intentan ayudar a estos niños y niñas que se quedan solos en las costas de cualquier isla, ante la mirada de tanto horror.

Por fin, Amira ha comenzado a ir a una escuela, y sus padres adoptivos no saben si algún día algún familiar la reclamará. Pero mientras,...la cuidan como si fuera una más de sus hijos.

Es increíble el amor y generosidad que reparten tantas personas que ayudan a pequeños o mayores que llegan a estos lugares, poniendo incluso en juego su vida.

Nunca olvidaré esos maravillosos ojos y esa tristeza a la par que ternura que transmitía al mirarme. Ni como miró a las estrellas y rio, quizá contando a su mamá que ya estaba a salvo.

FIN